La nueva profesora


Un día más dentro de esta rutina monótona y para nada cambiante. Espera. Me acaba de llegar un correo de la Universidad. No me lo puedo creer. Me han concedido las prácticas en un colegio de primaria. Estoy flipando. No me lo esperaba, ya que son plazas limitadas y todos sabemos, que el sector de la enseñanza cada año recibe a más gente. Llegó la hora de ver si realmente esta es mi vocación. Mi abuela dice que soy la mejor profesora que ha tenido nunca. Ella tuvo que dejar la escuela muy joven y desde hace dos años, cada tarde voy a su casa a enseñarle matemáticas e informática. Quiere presumir con las amigas sus avances en las tecnologías de hoy en día. Tanto es así, que se llegó a crear un perfil de Tinder. Si, si, de Tinder. Conoció al que es ahora su mejor amigo, con el que va a tomar café todas las mañanas. Por eso me agradece haberle brindado la oportunidad de aprender conmigo, cuando soy yo quien le tengo que dar las gracias a ella por ser una alumna tan ejemplar. Pero ahora, cambio bruscamente de tipo de alumna, pues paso de enseñar a una mujer de 68 años a niños de entre 5 - 6 años. Estoy nerviosa, muy nerviosa.


Llegó el día. Me he despertado 3 horas antes. Las ganas y los nervios por empezar no me han dejado dormir en toda la noche, la cual me la pasé ideando actividades que, una vez en el colegio, le propondré a mi tutora. No sé si con este gesto verá iniciativa o impertinencia. Espero que lo primero, ya que lo único que pretendo es aplicar mis conocimientos a la enseñanza de los niños. Tengo muchas ganas, muchísimas. 

He llegado. El colegio es enorme. Ya veo a los niños llegar de la mano de sus padres y a muchos otros acompañados de amigos y compañeros de clase. Viene a recibirme mi tutora y la acompaño a la que será mi clase durante 2 meses. 


Se acabó. Mi experiencia de prácticas termina aquí. Han sido semanas de pleno disfrute, pero como siempre, pienso que no lo he hecho del todo bien. Este pensamiento se esfuma cuando entro a recoger mis cosas y veo a todos los niños, junto a mi tutora, con pancartas con mi nombre y agradecimientos de todos y cada uno de ellos





A día de hoy, pienso que la vida me brindó una de las mejores oportunidades de mi vida, ya que gracias a eso entendí que si valía para la enseñanza. 40 años después, aún sigo aquí, detrás de esta gran mesa, con una pizarra a mi espalda y con niños y niñas enfrente mía, mostrándome sus rostros acompañados de sus sonrisas inocentes pero puras como ellos, con intención de aprender y encaminarse en este mundo del aprendizaje.


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